[POLITICA] 10-03-08 Varios en el Confidencial

   - 10/03/2008

Todo sigue igual, pero  un poco peor Jesús Cacho

Las encuestas tenían razón cuando vaticinaban que Rodríguez Zapatero repetiría victoria. Ajustada, cierto, pero victoria al fin y al cabo. Dieciséis escaños en 2004 y mismo resultado en 2008. Se refuerza el bipartidismo. Izquierda Unida sale despedida a la cuneta, víctima de la estulticia de unos tipos ensimismados en el resplandor de 1917. Con Zapatero en Moncloa, Llamazares se ha quedado sin papel que jugar dentro de la izquierda clásica. Algunos nacionalismos, los más radicales, se dan de bruces con unos resultados que parecen avalar la idea del cansancio de sus votantes con el exceso por sistema. Y una noticia feliz: la llegada al Parlamento de Rosa Díez. Con todo, lo importante, lo trascendente, cómo no, es lo ocurrido con los dos grandes, PSOE y PP.  

Como ya sucediera el 14 de marzo de 2004, tras la masacre terrorista del 11 del mismo mes, será muy difícil saber hasta qué punto ETA, con el atentado de Arrasate, ha acudido en ayuda de Zapatero para movilizar cierto voto dormido socialista. Lo que es cierto es que, tan cerca como el viernes pasado, fecha del asesinato de Isaías Carrasco, los cuarteles generales de ambos partidos manejaban encuestas donde la diferencia no llegaba a un punto. ¿Cómo explicar los casi cuatro de ayer? El editorial del sábado del diario Gara no podía ser más revelador: "Este último atentado mortal (...) viene a acrecentar la percepción social de lo mal que se hicieron las cosas en el último proceso de negociación. Este tiempo sería sin duda bien distinto si todos, y en particular el Ejecutivo del PSOE, hubiera actuado en consonancia a los compromisos adquiridos y los hubiera concretado, con visión histórica y altitud de miras. Con todo, es obligación de todos construir una nueva oportunidad que plasme los elementos resolutivos que lleven a Euskal Herria a un escenario de paz y democracia".    

Es decir, que ZP no cumplió "los compromisos adquiridos", y porque no los cumplió ETA le ha puesto un muerto sobre la mesa para que tome nota y, tras el 9 de marzo, abra "una nueva oportunidad" a la negociación con la banda. El lenguaje de los pistoleros no puede ser más directo. Tan brutalmente diáfano es que muy posiblemente hasta Sandra Carrasco se de cuenta un día de las verdaderas razones por las que ETA ha matado a su padre, que no son precisamente las de "ser socialista". La vice decía anoche ante las cámaras con gesto compungido que "nunca olvidaremos a Isaías". Más razón que un santo tiene la doña.  

    

El ganador. Rodríguez Zapatero ha logrado salvar el macht ball que le había planteado un Partido Popular acrecido en la recta final del choque, para ganar el partido casi por el mismo tanteo que en 2004. Todo sigue igual, pero un poco peor. De nuevo se enfrenta con un Gobierno en minoría a una legislatura que se presenta con un semblante muy distinto al de 2004, con los clarines de la crisis económica, por no mentar la institucional, ya casi crónica, sonando furiosos a las puertas del Jericó. Sé que a algunas gentes de la derecha lo que voy a decir les parecerá inaceptable, pero sería mejor para todos que el partido socialista hubiera alcanzado la mayoría absoluta, porque de esa forma podría gobernar sin necesidad de pegar los tradicionales y onerosos peajes al nacionalismo más o menos moderado, aunque, ciertamente, los 169 escaños podrían permitirle gobernar en solitario con meros apoyos puntuales, como antaño ocurriera con UCD.  

Si la situación de envilecimiento a que ha llegado el bipartidismo (precioso ejercicio el de Carlos Sánchez el sábado en El Confi, con su Dos son multitud) imperfecto español no fuera tan alarmante, sería posible reclamar, e incluso esperar, de los dos grandes partidos un ejercicio de sentido común, de patriotismo –con perdón- incluso, que cualquier ciudadano en sus cabales recomendaría como inaplazable: que ambos líderes se pusieran de acuerdo en los cuatro o cinco temas capitales para que el ganador de ayer pudiera gobernar sin necesidad de echarse en brazos del nacionalismo radical. Para gobernar y para algo más: para afrontar esa reforma constitucional en profundidad que tantos españoles están reclamando, entendida la tal reforma como la inaplazable necesidad de mejorar la calidad de nuestra pobre democracia.    

El perdedor. Para los españoles que se sienten parte de una derecha liberal no conservadora y que, sin militar en el PP y tal vez sin haberle votado, desean verse representados por una derecha moderna, la de ayer fue una jornada triste. Lo he dicho ya tantas veces que temo repetirme, pero Rajoy y el PP han perdido cuatro años en la tarea inaplazable, tras la debacle de marzo de 2004, de modernizar el partido y someterlo a un meneo de grandes proporciones, un cambio radical capaz de erradicar la caspa aznarita y hacer brotar, de la mano de nuevas personas e ideas, las aspiraciones de esas jóvenes generaciones de españoles que, alejados de la mugre socialista, piensan y sienten como europeos tolerantes con los homosexuales, alejados de las prédicas de las sotanas, preocupados por la buena gestión de la economía, la existencia de una Justicia digna de tal nombre y una prensa libre, por la inversión en nuevas tecnologías y la lucha contra la corrupción y todo ese sistema de valores que hoy rigen en toda sociedad moderna.    

Muchas veces escribí en esta legislatura que Rajoy tenía que emprender lo que la sicología freudiana llamó "matar al padre", es decir, desaznarizar el PP, democratizarlo y acercarlo a la sociedad, al mismo tiempo que alejarlo de algunos predicadores domingueros dispuestos siempre a sacar tajada de sus desinteresados consejos. No lo ha hecho. No ha hecho casi nada, salvo dejar correr el tiempo. Y sacar a pasear a Aznar en el último tramo de la campaña electoral, seguramente porque no podía decirle que no. Carente del poder necesario para afrontar los cambios en el partido, Mariano Rajoy ha dejado pasar el tiempo, silbando tranquilamente sentado en el muelle de la bahía.    

El resultado a la vista está. Cuatro años más con un Gobierno presidido por un tipo cuyas habilidades conocemos bien. Un riesgo incuestionable para este país. Me reitero en lo tantas veces escrito: los últimos dos años de la segunda legislatura Aznar resultaron tan letales para los intereses de la derecha democrática en la que creo, que esa derecha tardará mucho tiempo en volver a tocar poder a escala nacional. De momento ya van para ocho años. E irán para 12 si el partido no afronta de inmediato la renovación radical que reclaman sus bases más conscientes. Empezando, para qué engañarnos, por el propio Rajoy, y siguiendo por toda la columna vertebral que participó en los Gobiernos de Aznar. Porque la peor tentación que podría tener hoy el gallego es decir que las cosas no han ido tan mal, y que, por lo tanto, mejor amarrarse al palo mayor y quedarse quieto, que fuera hace frío y arrecian las tormentas. Empezar cuanto antes esa limpieza radical en Génova me parece tarea inaplazable si la derecha quiere pensar en ganar las elecciones generales de 2012.

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Gracias, ilustrísimos obispos; gracias, señora Aguirre; gracias, señor Llamazares. Firmado: ZP  

@Carlos Sánchez - 10/03/2008

Gracias, ilustrísimos obispos y cardenales por haber hecho tanto por nosotros con sus pastorales; gracias, señores locutores y tertulianos por hacer amigos cada mañana para nuestra causa; gracias, señor Alcaraz por su impagable contribución a nuestro triunfo electoral; gracias, señora Aguirre por apartar de la campaña a Gallardón y dejar el camino despejado; gracias, señores Zaplana y Acebes por estar ahí. Pero, sobre todo, gracias a Gaspar Llamazares por haber hecho el trabajo sucio y no pedir nada a cambio, ni siquiera un cambio de la Ley Electoral o un mísero Ministerio.
  
Firmado José Luis Rodríguez Zapatero.  

No hace falta ser un lince en ciencia política para llegar a la conclusión de que el triunfo electoral del Partido Socialista -de forma holgada y sin paliativos- tiene una primera explicación. Su estrategia, encaminada a aislar socialmente al Partido Popular hasta hacerlo parecer ante sus posibles electores como un partido radical y de 'derecha extrema' -la célebre expresión de Zapatero-, le ha dado unos magníficos resultados. Zapatero ha logrado movilizar el voto anti-PP como nunca antes lo había hecho ningún otro dirigente socialista. Ahí está su victoria. En haber sido capaz de convencer a muchos votantes de la izquierda -entre 500.000 y 750.000- de que el regreso del PP a la Moncloa era la vuelta a los tiempos -no demasiado lejanos- en que el jefe del Estado caminaba bajo palio del brazo de los obispos.    

La segunda explicación de la victoria socialista tiene que ver con el hecho de que Zapatero ha sabido gobernar durante los últimos cuatro años con unos y con otros. Unas veces con IU, otras con el PNV, otras con ERC y en ocasiones con CiU, lo que le ha convertido a los ojos de los afiliados y simpatizantes de esas formaciones en un partido con escaso rechazo. Algo que ha hecho posible (y hasta ha favorecido) el trasvase de votos. Muy al contrario, el Partido Popular se enrocó en la pasada legislatura sobre sí mismo. En lugar de abrirse hacia otras fuerzas -que con el tiempo hubiera podido fagocitar como ha hecho el PSOE con IU y ERC- se dedicó a aislarse cada vez más. Esta estrategia suicida explica el fuerte rechazo que tiene Mariano Rajoy entre millones de ciudadanos, algo verdaderamente inexplicable teniendo en cuenta que se trata de un partido con casi 10 millones de votos, y que ya ha gobernado durante ochos años (la segunda por mayoría absoluta).    

El PP ha caído en su propio error estratégico, y lejos de ampliar la base de su potencial electorado ha optado por meterse en su propio corralito -por muy grande que sea-, despreciando un segmento del electorado -el más moderado y laico- que le hubiera podido ser muy útil para tener mejores resultados. Episodios como los del alcalde de Madrid o el de Josep Piqué deberían hacer pensar a sus dirigentes sobre lo dañino de determinados comportamientos de algunos de sus dirigentes: léase Esperanza Aguirre.  

Votos e impuestos  

La tercera explicación tiene que ver con que el PSOE ha sabido mejor leer que el Partido Popular la cultura política de muchos españoles, que asignan al Estado un determinado papel en la redistribución de la renta y la riqueza, ya sea mediante subvenciones o un sistema fiscal potente. El PP, por el contrario, y ahí está esa eminencia que es Manuel Pizarro, se ha empeñado en vender la rebaja de impuestos como el bálsamo de fierabrás que todo lo cura. La propuesta es la más adecuada para ganar el voto de las clases medias y los sectores profesionales, pero olvida que en España votan 35 millones de ciudadanos, muchos de ellos con rentas muy bajas, y que necesitan al Estado para seguir tirando, por lo que favorecer un desmantelamiento del sistema fiscal va contra sus intereses. El PSOE también está por la labor de bajar impuestos, pero ha tenido la 'habilidad' de presentar una rebaja del IRPF como una subvención en forma de 400 euros.  

La cuarta explicación tiene que ver con un componente más emocional y cultural que político. La guerra civil sigue ahí para muchos españoles, setenta años después. Y el PP, para amplias capas sociales, sigue siendo el partido heredero del franquismo. Por eso, lo que ha hecho el PSOE en estos cuatro años es agitar ese fantasma sin que el PP haya sido capaz de contrarrestar esa ofensiva. No es casualidad que la Ley de la Memoria Histórica viera la luz al final de la legislatura, lo que ha encendido la mecha de las dos españas.    

Y si a todo esto se añade que la economía ha crecido por encima del 3% durante toda la legislatura, no es de extrañar que el PSOE haya revalidado su mayoría. Si algo han demostrado estas elecciones es que al PP no le basta con sus propios votos para llegar a la Moncloa, sino que tiene que pescar en otros calderos. Por eso, ha perdido. Y por eso, el PSOE ha ganado. Así de fácil.

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Ganó la España de Rodolfo Chikilicuatre  


@Federico Quevedo - 10/03/2008


De un primer vistazo al resultado electoral –provisional cuando escribo estas líneas con el 95% de los votos escrutados- lo primero que cabe decir es que todo sigue, más o menos, igual. Los dos grandes partidos han mejorado sus resultados en porcentaje de votos –en número mantienen prácticamente lo mismo que recibieron en 2004- y en escaños, aunque algo más en principio el PP que el PSOE en ambos casos. La distancia sigue siendo casi la misma, 15 escaños a favor del PSOE, con la diferencia de que el partido de Rodríguez ha avanzado posiciones acercándose a la mayoría absoluta lo que, en principio, debería permitirle gobernar con una menor dependencia de los demás grupos, y sabiendo que en el cogote sigue teniendo el aliento del PP. ¿Qué ha pasado? Es sencillo. El PP ha recuperado voto de centro que perdió en 2004, y el PSOE se ha llevado por delante a IU y a Esquerra. Les diré que algo de esto me temía hace una semana, y como tengo testigos de mis temores, debo añadir que no me equivoqué. Al PSOE le ha funcionado, otra vez, el voto del miedo. Si a eso añadimos la brutal manipulación realizada sobre la muerte de Isaías Carrasco, el resultado era perfectamente previsible. Es más, les diré que mi primera sensación era la de que el PSOE podía superar los 176 escaños de la mayoría absoluta.  

Pero el electorado del PP volvió a comportarse con una fidelidad asombrosa e incluso, como digo, Rajoy ha logrado arrastrar tras de sí el voto sensato y moderado de la clase media. Esto es muy significativo, porque el nuevo parlamento refleja una interesante polarización, por un lado una izquierda muy radical, por otro un centro-derecha de marcado perfil liberal-reformista muy renovado en lo que a sus diputados se refiere, y supongo que con ganas de no dejar que su presa –el PSOE- tome de nuevo la delantera. Si a eso le añadimos una situación económica que amenaza seriamente con recesión, y que a corto-medio plazo volveremos a tener que lidiar con los afanes separatistas de vascos y catalanes, no le arriendo a Rodríguez la ganancia.    

Un Rodríguez que para continuar en el poder ha necesitado, de nuevo, que corriera la sangre. Y este es un detalle no sin importancia, porque el temor a una nueva negociación con ETA está ahí. Por eso es tan execrable la reacción de Patxi López cuando, literalmente, expulsó a Rajoy de la capilla ardiente el pasado viernes. Él, que se abrazó con los amigos de los asesinos de Carrasco, no tenía ninguna autoridad moral para reprocharle nada a Rajoy. Como tampoco la tenía Eguiguren para portar su féretro después de haber negociado con sus asesinos. ¿Qué hacían López y él? ¿Lavar su conciencia? Cosas harás que me helarán la sangre, le dijo un día la madre de Joseba Pagazaurtundúa. ¡Y qué razón tenía!  

La verdad, qué quieren que les diga. Me decepciona bastante que este país haya permitido que un hombre falso y amoral como Rodríguez vuelva a ganar unas elecciones, pero si les soy sincero, cuando me enteré de que el sábado por la noche cientos de miles de españoles elegían a Rodolfo Chikilicuatre para representarnos en Eurovisión, lo tuve claro: Rodríguez volvería a ganar. Este país es así, que le vamos a hacer, es lo que tenemos y tenemos lo que nos merecemos. Tengo, además, que estar de acuerdo con lo que este mismo domingo escribía Pedrojota en El Mundo: en el fondo, está bien que sea el autor de tanto desastre el encargado de intentar arreglarlo o hundirnos definitivamente en el pozo de la miseria. Con este resultado y quince escaños de diferencia, la legislatura puede resultar de lo más movida entre otras cosas porque si ninguno de los dos grandes partidos ha recibido un castigo significativo, tampoco tienen por qué variar sensiblemente sus estrategias, lo que de nuevo nos aboca a otro periodo de gran intensidad política, aderezado con una crisis profunda económica y territorial. Con la diferencia de que ahora Rodríguez ya no puede compararse con el Gobierno del PP.  

¿Y qué va a pasar en la calle Génova? Lo cierto es que ayer la desolación era total, a pesar de que la sensible mejora en votos, porcentaje y escaños debería llevar una cierta tranquilidad a la hora de pensar en el futuro inmediato. Lo digo sinceramente, porque en cualquier circunstancia similar a esta, la lógica hubiese dicho que un Gobierno recién salido de las urnas debería revalidarse con mayoría absoluta, como le ocurrió a Aznar en 2000, pero en lugar de eso ha mantenido muy alto el pabellón y ha logrado que Rodríguez siga estando en minoría en el Congreso. Y con un dilema importante: ahora no puede ser como un tentempié que cada vez oscila a un lado distinto, sino que tiene que elegir entre gobernar con el apoyo de CiU y perder el electorado que ha ganado a la izquierda o, por el contrario, gobernar para la izquierda nacionalista y seguir abriendo la fosa que le separa del centro. Si en esta legislatura Rodríguez se ha comportado como un radical -pero lo ha escondido bien acusando al PP de derecha extrema-, esa artimaña falsa no podrá volver a servirle en el futuro, porque además le ha salido un problema añadido: Rosa Díez estará en el Congreso para ser la voz de la ética de la izquierda. De lo cual, me alegro.  

Porque, entre otras cosas, el PP no tendrá más remedio que romper amarras con determinadas actitudes y, sobre todo, determinados comportamientos mediáticos. Es evidente que si bien ha conseguido robarle votos al PSOE por el centro, no es menos cierto que el discurso del miedo a la derecha ha funcionado como un reloj en el electorado de extrema izquierda. Y aunque es verdad que nunca va a obtener votos el PP de ese caladero, también lo es que para ganar necesita que esa gente no le tenga miedo, lo cual obliga al partido de Rajoy a moderar, no tanto los mensajes, como las maneras. Y a renovar personas. En el nuevo grupo hay mucha gente nueva, de la que el PP deberá tirar en el futuro, gente muy lejos de parecer de extrema derecha o de que se la pueda vincular a esa obsesión tan enfermiza que la izquierda tiene con Aznar y todo lo que representó su Gobierno. Pero tiempo habrá de hablar de lo que puede pasar en el PP en el futuro. Ahora solo queda decir que este país tiene lo que se merece. La España de Chikilicuatre sigue siendo más fuerte que la España sensata y moderada. Algún día, supongo, las cosas cambiarán. *




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Publicado por Vredondof para POLITICA el 3/10/2008 10:18:00 AM