[POLITICA] ¿Es hora de que dimita Pedro Solbes?

¿Es hora de que dimita Pedro Solbes?

@Carlos Sánchez - 30/07/2008


Conocí a Pedro Solbes al poco tiempo de su nombramiento como secretario de Estado para las Relaciones con las Comunidades Europeas, allá por el año 1986. Sustituyó en el cargo a Manuel Marín, hombre por entonces de partido, quien tras firmarse la Adhesión marchó como comisario a Bruselas para hacer las 'américas`, y que cuando regresó 18 años más tarde vio que el mundo se le había hecho, como al poeta, ancho y ajeno. Tan ancho y tan ajeno que ahora no quiere saber nada de política, después de haber recorrido medio mundo defendiendo los intereses de la UE. Su sucesor, por el contrario, ha hecho justamente el camino inverso.

Cuando Solbes sustituyó a Marín se presentaba ante la opinión pública como técnico sin afiliación alguna, incluso muchos lo situaban por entonces en la zona de influencia de UCD. Gracias a ello, podía hablar con mayor libertad de los problemas de fondo de la economía española. Y eso puede explicar que periódicamente reuniera en el palacio de la Trinidad, donde tenía el despacho, a un pequeño grupo de periodistas con quien departía sobre lo divino y lo humano. Sin ataduras y sin ropajes ideológicos que hubieran coartado su libertad. Aquellas largas conversaciones que se extendían hasta media tarde daban para mucho. Incluso para hablar sobre los antiguos inquilinos del Palacio de la Trinidad, un caserón con ínfulas palaciegas situado a un costado de la calle Francisco Silvela, y que durante algún tiempo estuvo asignado a la Secretaría General del Movimiento en los tipos de José Solís Ruiz. Solbes reclinado sobre un robusto butacón contaba chascarrillos sobre las andanzas privadas de los antiguos inquilinos del palacete rompiendo su proverbial hermetismo, pero se sentía tan libre que para los periodistas era una gozada escucharlo. Nunca más he vuelto oír de sus labios confidencia alguna.

Contaba por entonces los problemas de la economía española con naturalidad y mucho afán pedagógico, sin pensar que su posición podía acarrear disgustos al Gobierno de Felipe González. De ahí le viene esa imagen de 'maestro ciruelo', capaz de contar con sencillez las cuestiones económicas más complejas. El tiempo le ha dado la razón. Muchos de sus análisis han sido certeros.

El 'sacrificio'

Aunque era un técnico, sin embargo, le gustaba la política, y de hecho renunció a un alto puesto en las Cámaras de Comercio (desde luego mejor remunerado) por continuar en la Administración. Su 'número dos', el economista Fernando Gómez Avilés, aceptó el cargo. Su 'sacrificio' fue recompensado años más tarde. Tras la imprevista salida de Alfonso Guerra del gabinete, año 1991, Solbes fue ascendido como ministro de Agricultura, puesto en el que se estrenó con una declaración explosiva. Venía a decir que en el campo español sobraban cientos de miles de puestos de trabajo, lo que enfureció a los sindicatos agrarios. Pero Solbes, sin embargo, llevaba la razón, y desde entonces es una realidad que el agro pierde empleo cada trimestre.

Esa franqueza en sus exposiciones y su interés por buscar espacios de rigor en la política económica (principalmente en la presupuestaria) le llevó en 1993 a sustituir a Carlos Solchaga. Tenía a su favor su independencia de criterio, ya que no representaba a ninguna de las facciones en liza. Ni era 'renovador' ni era 'guerrista'. Era simplemente Pedro, un compañero de viaje sin carné que tenía la ventaja de conocer al dedillo la Administración. No en vano, desde hace un cuarto de siglo no se baja del coche oficial. A Solbes se le pidió (tras la dolorosa recesión del bienio 1992-93) no tanto que hiciera las cosas bien, sino que no las hiciera mal. Es decir, que no reprodujera los errores de política económica de Solchaga. Y en eso Solbes es un maestro.

Se le puede criticar por lo que no hace o por su desidia para tomar medidas, pero es difícil cuestionar lo que promueve o firma, claro esta siempre que lo publicado en el BOE salga de su pluma, lo que desde luego no siempre ocurre. Esa misma posición indolente para dar batallas políticas es lo que le ha convertido en un político siempre a la defensiva, incapaz de pasar al ataque, lo cual no es, desde luego, la mejor carta de presentación para enfrentarse a una coyuntura económica tan compleja como la actual.

Un equipo económico gris

Es evidente que Solbes no es el culpable de la triple crisis que se ha instalado sobre la economía española (la falta de liquidez, el encarecimiento del crudo y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria), pero a estas alturas de la historia parece fuera de toda duda de que su recámara de ideas está agotada. Básicamente por varias razones. En primer lugar por que se ha rodeado de un equipo económico gris incapaz de entender lo que está pasando, y que observa la realidad como si estuviéramos ante un simple temporal que amainará tarde o temprano sin mover una ceja.

Solbes, igualmente, ha renunciado de nuevo a coordinar la política económica del Gobierno, lo cual es especialmente preocupante. Ha dejado que el ministro Miguel Sebastián aparezca ante los ojos de la opinión pública como su sucesor natural, lo que le resta credibilidad y peso político dentro del Ejecutivo. Permitiendo, al mismo tiempo, que grandes áreas de política económica, como la energía, la vivienda o la innovación tecnológica, campen a sus anchas, como si no tuvieran nada que ver con el nuevo modelo productivo que tanto necesita este país.

Solbes, igualmente, ha sido incapaz de poner orden en el guirigay autonómico, asumiendo que un asunto tan trascendente como es la financiación se discuta en medio de una formidable crisis económica. ¿Alguien cree que no hubiera sido más racional discutir el nuevo modelo dentro de un par de años?, cuando el panorama económico estuviera más despejado. Él lo sabe, y no lo ha hecho por falta de peso político, lo cual es especialmente relevante tratándose de un vicepresidente segundo. No estaría de más que recuperara algo del coraje que mantuvieron dentro de su partido Miguel Boyer o Carlos Solchaga para sacar adelante sus tesis.

Solbes, de la misma manera, y esto es lo más preocupante, ha permitido que el PSOE haga un flaco favor a la izquierda dando alas a esa nueva ideología que consiste en identificar la socialdemocracia con el acto de pagar el seguro de desempleo. No con su capacidad para crear puestos de trabajo.

Sentarse sobre el alféizar de la ventana para ir contando uno a uno a los parados (aunque cobren el subsidio) no parece ser muy de izquierdas. Todo lo contrario. Alguien debe recordar a Solbes -y no digamos al presidente Zapatero- que gracias al impulso reformador de la socialdemocracia, por poner el caso más reciente, Alemania ha sido capaz de sacudirse la crisis. Ningún canciller ha ido tan lejos en las reformas como Gerhard Schröder, lo cual le costó el puesto, pero al menos ha dejado a su país en una mejor posición para hacer frente a los nuevos retos de la economía. Y que decir de los países nórdicos, donde tras la crisis del modelo a primeros de los años 90, la clase política se puso a trabajar para crear una nuevas bases productivas. La socialdemocracia sueca no se cruzó de brazos ni se dedicó a contar parados, sino que propuso reformas, aunque algunas tuvieran un cierto coste social. En Portugal e Italia, la socialdemocracia hizo justamente lo contrario, y así van las cosas. ¿Será España la próxima? Solbes tiene la palabra.



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Publicado por VRedondoF para POLITICA el 7/30/2008 04:36:00 AM