El hijo ha presentado en la empresa unas facturas más bien exageradas, y el padre se preocupa de si este dinero se ha gastado y se está gastando adecuadamente. Se siente un poco inquieto respecto al sentido que su hijo tiene del valor del dinero, y se pregunta si todos estos gastos son esenciales para la buena marcha de la empresa.
Querido hijo:
El jefe de contabilidad me ha pedido que apruebe unas cuantas facturas que, nada más verlas, me han puesto los pelos de punta. Algunas de tus notas de gastos me hacen pensar si habrás estado alterrnando con la realeza, a pesar de que, por lo que yo sé, no tenemos tratos comerciales con ningún palacio. Tal vez sea que algunos de tus invitados se consideren miembros de tan privilegiada clase y exijan ese tipo de diversiones tan selectas. Pero, dejando aparte todo sarcasmo, lo que quiero saber ahora es si tú has adquirido el hábito de gastar como un príncipe.
Tienes muchas cosas admirables con las que impresionar a todo el mundo, además de nuestro dinero, pero si tratas de mejorar la buena imagen que Dios te dio convirtiéndote en un manirroto ante tus clientes o tus amigos, mejor será que leas con atención todo lo que sigue.
Hay dos formas de utilizar nuestro dinero: invertirlo en nuestra empresa y buscar una buena rentabilidad, y gastarlo para conseguir Un poco de felicidad, sea en forma de un buen cuadro del que poder disfrutar contemplándolo durante años, o en la de una resaca curiosa «al día siguiente de ... ». Lo que no considero un uso adecuado de nuestro dinero y lo que, consecuentemente, más me molesta, es que se gaste para tratar de impresionar a la gente.
Las primeras impresiones son importantes, y no deja de ser agradable para un nuevo cliente que se le obsequie en un buen restaurante. Sin embargo, una vez que nuestro cliente haya visitado nuestras instalaciones y tú le hayas convidado a esa comida de más de cien dólares, deberás pisar ya un terreno lo suficientemente fuerte como para poder hablar de negocios con él sin más dispendioso No puedes estar vaciando constantemente tu bolsillo (y el mío) cada vez que hayas de hablar con él.
Y luego piensa en esto: si haces que nuestros clientes lleguen a creer que eres un derrochador, acabarás por perder a muchos de ellos. No podrás evitar que cruce por su mente la idea de que lo que estás derrochando son los beneficios de las operaciones que han hecho con nosotros; y si encima lo haces a manos llenas, tampoco podrás evitar que piensen en si nuestros precios no serán acaso excesivamente alltos. Y no pasaría mucho tiempo sin que se empezaran a interesar por las virtudes de nuestros competidores, y sin que tú tuvieras que pelear como gato panza arriba para no perder sus pedidos.
El aparentar prosperidad es importante; pero tampoco hay que aparentar demasiada, ni parecer un imbécil 'que malgasta su dinero. Resulta curioso: el trabajo de nosotros los empresarios es el de ganar dinero -a veces, más que trabajo es preocupación-, pero por muchos millones que ganemos, si alguno de nosotros derrocha el dinero se gana fama de irresponsable, y nadie desearía hacer negocios con él. Probablemente conoces el viejo axioma que dice:
«El necio y el dinero no duran mucho juntos». Es una gran verdad.
Tú no has entendido hasta ahora algo que considero fue una de las muchas bendiciones de mi vida. Me refiero a la pobreza. Nací pobre y me tuve que apañar para sobrevivir durante muchos años en los que no habría tenido dónde caerme muerto, si hubiera querido hacerla. Pero se dio la circunstancia de que en aquellos años vivía en nuestro pueblo un millonario notable, y fue observándole como se despertó en mi apetencia del éxito. Me gustaba todo lo que veía en él: su casa, su coche, sus ropas, y el hecho de que siempre aparecía el primero en la lista de donantes de todas las campañas benéficas de nuestro pueblo.
Según iba yo creciendo, observándole cada vez con mayor interés, empecé a oír hablar de él y de cómo consiguió amasar su fortuna. Me dijeron que era un individuo exigente con sus empleados, que no era fácil congeniar con él, y que sacaba hasta el último céntimo de provecho a cada dólar que ganaba. Eran muchas las personas que le llamaban «tirano y avaro», pero cuando echo la vista atrás, me doy cuenta de que no era verdad. Quienes se dedicaban a despellejarle, estaban en realidad muertos de envidia por sus triunfos, y lo único que hacían era vegetar en sus mundos de fantasía imaginándose la forma en que ellos gastarían el dinero que el empresario en cuestión había ganado, si alguna vez lo tuvieran. Mi madre solía decirme:
«Cuida tus centavos, que los dólares se cuidarán de sí mismos».
Aquel millonario debió conocer a mi madre, porque hacía precisamente lo que ella decía.
y sin embargo he de decirte que era como si aquel caballero viviera en un escaparate. Todo lo que hacía se convertía en asunto de interés público. Sus idas y venidas se convertían en comidilla de todo el mundo, traídas y llevadas por todas las cotillas del lugar , y vueltas a criticar por la audiencia de tales comadres. Pero en las reuniones sociales de la parroquia yo no dejaba de observar la forma en que estas mismas personas le hacían la pelotilla y se mostraban obsequiosas con él; todo eran sonrisas y elogios de todo cuanto hacía, el buen aspecto que tenía y de lo buen empresario que era. Pero no le engañaban, ¡qué va! Con mucha elegancia aceptaba y agradecía sus cumplidos y, a la recíproca, ponderaba los sombreros de las damas, los mostachos de los caballeros y las buenas viandas de la mesa. De sobra sabía la clase de comentarios, o de auténticas necedades, que su dinero provocaba a espaldas de él, y nada le preocupaba menos. Se limitaba a acudir a su fábrica cada lunes por la mañana, ponerla en marcha y ganar un poco más de dinero.
¿Que conclusiones pueden sacarse de esto?
Pues que el tener dinero puede ser traicionero. puede rodearte de falsos amigos y ahogarte en un mar de cumplidos que te pongan mas hueco que un tambor . Teniendo en cuenta que yo hice la mayor parte de mis amistades cuando no tenia un centimo del que hablar , no tengo necesidad alguna de cuidarme de mis propias palabras ahora ; otra cosa es lo que te conviene hacer a ti , que naciste en pañales mucho mejores .
Cuidate de los desconocidos , o de los amigos , que te obsequian con vanas palabras.
El sentirse atraído hacia alguien que tenga dinero y querer ser amigo de esa persona forma parte de la humana condición (o al menos de la de muchos de nosotros), como si tal cosa proporcionara por sí misma una cierta sensación de seguridad. Muchas personas desearán que se las considere como integrantes de tu grupo de amigos, unas de forma sincera, y otras no.
Ya puedes espabilarte, por la cuenta que te trae, para detectar quiénes son los que se mueren por entrar en tu circulo de amistades, empujados solamente por el dinero de tu familia. Por otro lado, no puedo menos que aconsejarte que no pases por alto a esas personas honradas a carta cabal que, temerosas de que pudieras malinterpretar su sincero ofrecimiento de amistad, tienden a retraerse y se mantienen a una prudente distancia de ti, incluso declinando el invitarte a una reunión a la que les agradaría asistieras y a la que tú también quisieras acudir. Son personas valiosas cuya amistad merece la pena atesorar. Bien podrías empezar por ser tú el primero en invitarles a ellos, para que se sintieran cómodos al pedirte que tú les acompañaras en otra ocasión. Jamás sabré por qué, pero el hecho concreto es que te tienen miedo. Acaso sean, una vez más, la bendita madre naturaleza y el no menos bendito dinero los causantes de este temor.
Te diré, de paso, que una forma tan rápida como segura de perder a un amigo, es acceder a su petición de un préstamo. No lo hagas jamás. Mucho mejor será que ofrezcas tu ayuda cuando tengas conocimiento de que un buen amigo tuyo está atravesando dificultades económicas. Aquellos a los que tú te ofrezcas a ayudar mediante un préstamo, normalmente serán los únicos que te lo devolverán y seguirán siendo amigos tuyos. Inevitablemente perderás a aquellos amigos que te pidan dinero prestado. No olvides que para esto están los bancos. Y si piensas que ésta es una escala bastante rara para medir la calidad de tus amistades, tienes razón. Lo es. Pero no ha fallado jamás en siglos y siglos.
A estas alturas ya debes saber que el dinero no hace al hombre.
Creo que fue Temístocles, hacia el año 500 a. c., quien, ante la petición de dos pretendientes de la mano de su hija -uno pobre y el otro rico--, eligió al pobre y rechazó al rico porque aquél era el hombre adecuado para su hija. Bien pensado. Optó por un hombre sin dinero, en lugar de hacerla por el dinero sin el hombre.
Me produce algo de orgullo -pero N0 creas que mucho-- el haber iniciado mis empresas arrancando de cero, y haber conseguido que prosperen. Dado que te incorporaste a ellas cuando ya estaban bien encarriladas, tu orgullo será el hacerlas mayores y mejores.
No obstante, siempre que te sientas un tío grande, mejor será que se deba a que hayas añadido una nueva dimensión a las empresas; de otro modo tendré motivos para sacarte los humos del cuerpo hasta que reconozcas que eres una persona normal. No quiero decir con esto que te prives por completo de la satisfacción de cacarear un poco después de uno o dos éxitos. Lo único que te pido es que lo hagas tranquilamente con uno o dos de tus buenos amigos. De esta forma, en caso de que las cosas cambiaran, sólo tendrías que comentar tus fracasos con esos dos amigos. Si no has alardeado ante todo el mundo cuando hayas alcanzado el éxito, tampoco deberás comentarles tus fracasos.
Como te he dicho, son muchas las personas que tienen envidia de los que tienen dinero. Sé un poco de lo que es esta sensación porque he sido rico y he sido pobre, y quiero decirte que es mejor ser rico. Pero también provoca la soledad y hace más difícil conservar a los auténticos amigos y conseguir amigos nuevos que sean fieles e íntegros.
El dinero es una cuestión personal; procura que nunca deje de serIo. Si se le trata bien, es seguro que puede dar como resultado un mayor disfrute de la vida puesto que es un medio de ver mundo, y de admirar y poseer muchas de las cosas maravillosas y selectas que hay en la tierra.
Un hombre sabio puede hacerse rico, pero muchos más son los que se hacen ricos y necios (o lo hacen sus esposas). Esta es la razón por la que, de vez en cuando, oirás comentar que fulano o mengano, que tenían dinero, lo han perdido todo; normalmente se deberá a malas inversiones o a que lo hayan derrochado sin preocuparse en absoluto por el día de mañana.
No sé por qué vaya decirte esto, puesto que nunca has demostrado inclinación alguna en esta dirección, pero el dinero es para disfrutarlo y no para ocultarlo como el tesoro de un avaro. Y si gastamos una parte razonable de él para nuestra felicidad, no hay por qué empezar a lamentarse por ello (tal como suele hacer tu madre), puesto que no hay necesidad de recordar o contabilizar hasta el último céntimo que hayamos gastado.
Con respecto a nuestras empresas, hay algunas normas que has de tener presentes en toda ocasión. El primer dólar que ganas es como una semilla. Si la plantas bien y con un poco de ayuda de Dios, crecerá y, al siguiente año, podrás cosechar dos dólares. Recuerda que hay un largo camino hasta conseguir los primeros 100.000 dólares; normalmente mucho más largo y difícil que el necesario para alcannzar el segundo millón.
Al igual que las semillas que siembras en tu jardín, el dinero crece.
Crece a la par tu crédito, y para determinados proyectos necesitamos explotar ese crédito a plena capacidad, si hemos de avanzar rápidamennte. Resulta difícil obtener prestado un dólar cuando solamente se tiene otro; sin embargo es relativamente fácil que te presten un millón cuando tienes otro, si te hace falta ese dinero para alguna de esas operaciones grandes, o para contar con mejores máquinas e instalaciones, que te permitan pagar mejor a los empleados y obtener unos benefiicios superiores.
El ganar dinero es un proceso lento; el perderlo puede suceder tan rápidamente que ni te enteres. Por lo tanto, una vez que hayas encontrado el camino idóneo para ganar un dólar, no empieces a tentar a la fortuna sencillamente por variar o por cambiar de ambiente. Los caminos que conducen al éxito son pocos y están muy separados entre sí. Una vez que te encuentres en una ruta próspera, continúa en ella. Me parece que muchos que consiguieron hacer dinero con una empresa, tienden a considerarse a sí mismos como auténticos genios, y allá se lanzan a mundos desconocidos, a negocios totalmente diferentes de aquél con el que triunfaron, en muchas ocasiones sólo para perder todo lo que ganaron con el primero. La causa principal de estas desgracias suele radicar en el aburrimiento que les produce su primera empresa o en el alto concepto que tienen de su capacidad promotora, tan alto que no les deja ver los peligros a que se exponen.
¿Necesito indicarte que, si estás gastando nuestro dinero a un ritmo endiablado porque crees que podríamos acumular demasiado, yo conozco unas cuantas personas que podrían echamos una mano? ¿Y que también hay unos cuantos hospitales que han recurrido a nosotros? Por nada del mundo desearía que tuvieras la sensación de estar ahogándote en un mar de dólares, aunque en estos momentos más bien sería en un mar de facturas, considerando el aspecto que ofrece tu cuenta de gastos del mes pasado.
No estoy de acuerdo con lo que se dice en la primera epístola de Pablo a Timoteo:
«El amor al dinero es la raíz de todos los males»,
ni con el Eclesiastés cuando dice:
«Para el placer se hacen los banquetes, y el vino alegra la vida, pero el dinero provee a todo».
En algún lugar, entre tan dispares extremos, hay sitio para el sentido común, la amabilidad, el trabajo bien hecho, el disfrutar y pasar un buen rato, todo lo cual no descarta la posesión de un pavo. Confío en que tus genes te hayan dotado con un poco de cada cosa, para que vayas pensando conforme lo vayas gastando.
La próxima vez que organices una de tus cenas, fiestas o reuniones; piensa bien en tu reputación, cosa mucho más valiosa que cualquier cantidad de dinero. Sé sobrio con tu cartera particular, y no. menos sobrio con la cartera de la empresa. La fama y el dinero bien pueden ser cosas efímeras en la vida del hombre; la sinceridad y una reputación íntegra son los pilares de una vida valiosa.
Nadie ha sido capaz, jamás, de comprar tesoros tan duraderos como una buena familia, una buena salud, unos amigos verdaderos, unos empleados leales, un amor desinteresado o una auténtica estimación.
Con todo el cariño financiero de
Tu padre
Tu padre
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Publicado por Vredondof para CARTAS DE UN EMPRESARIO A SU HIJO el 1/08/2008 04:40:00 PM