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[POLITICA] Semana de pasión, viernes de dolores

Semana de pasión, viernes de dolores

@Jesús Cacho - 12/10/2008



Orgía de rojo en los paneles de la Bolsa. Tanto si es usted uno de esos españoles que no han conocido crisis, porque la del 92/93 les pilló en pañales, como si peina canas y piensa que nada nuevo se cuece bajo el sol, no desaproveche la oportunidad. Coja la tabla de valores del Ibex 35 del viernes y hágase una foto, o unas cuantas, porque un día no lejano podrá contar a su hijo, tal vez a su nieto, que el 10 de octubre de 2008 la Bolsa española se pegó un castañazo histórico, perdiendo en un solo día cerca del 10% de su valor y cerrando una semana con saldo negativo del 21,2%, suceso sin precedentes, inimaginable hace tan sólo un mes.

Detrás de este derrumbe late la desconfianza radical de los inversores hacia todas las medidas adoptadas en las cuatro esquinas del planeta para salir de la crisis. El mismo día en que se hundían las Bolsas,  Rodríguez Zapatero culminaba su semana de gloria almorzando en París con el gran Sarko, y aún tuvo la humorada de reclamar una reunión de líderes europeos para cenar hoy domingo, se supone que para seguir con las fotos, que es algo que refuerza mucho el nivel de autoestima de cualquier líder en apuros. El "optimista patológico" -que dice Felipe González- que nos preside, había iniciado la semana convocando en Moncloa a los banqueros –excluido Botín, que, según cuentan en el Santander, estaba en África de caza y se excusó- para otra celebrada sesión de fotos, sólo que al día siguiente anunció un plan de rescate para bancos y cajas similar en importancia relativa al famoso de Paulson.

Como no podía ser de otro modo, cuando un Gobierno que ha estado negando la crisis hasta hace un par de semanas presenta un plan de ayuda equivalente al 5% de su PIB para socorrer al que supuestamente es "el sistema financiero más sólido y saneado del mundo", hasta el más lerdo del lugar se echa a temblar antes de salir corriendo despavorido. ¡Madre mía, lo que habrá ahí escondido! Cualquier presidente del Gobierno precavido y prudente ("el sabio sabe que el norte de la prudencia consiste en portarse a la ocasión", que dijo Gracián) se hubiera hecho escoltar por su ministro de Economía y por el gobernador del Banco de España, para intentar transmitir al mercado la sensación de que aquello iba en serio, y no se trataba de una más de las improvisadas operaciones de imagen a las que tan aficionado es nuestro astro de las lentejuelas.

Pasó lo que tenía que pasar: que la Bolsa, y en particular los bancos, se pegaron otro tortazo considerable, reflejo de las incertidumbres que aflora una iniciativa que nadie sabe si realmente apoya Solbes ("a mí los aplausos", vino a decir ZP, "que de los detalles ya se encargará Pedro el viernes"), y un Fernández Ordóñez que, siempre tan atento a no perjudicar las expectativas electorales del PSOE, el mismo lunes había vuelto a insistir en la fortaleza de sistema financiero español. El coste de la frivolidad del presidente del Gobierno con tan torpe puesta en escena es que, en apenas cinco sesiones, el Ibex 35 ha perdido algo así como 85.000 millones de euros. 

Dicho lo cual, y admitiendo que no hay soluciones "a la española" para esta crisis, el consenso general apunta a la necesidad de hacer algo para evitar que el sistema colapse. Esta no es la Gran Depresión 29 del siglo XX, sino la Gran Recesión del siglo XXI, consecuencia de los groseros errores en política monetaria cometidos por la Reserva Federal y rebotados en Europa por un BCE resuelto a mantener artificialmente bajos los tipos de interés para favorecer la reactivación de las deprimidas Alemania y Francia. Pagamos las consecuencias de los errores del mamón de Greenspan y del santón de Duisenberg, Rip, primer presidente del BCE. Y si el Estado ha metido la pata, es el Estado quien debe intervenir para sacarnos del atolladero, puesto que el mercado (relación espontánea de los ciudadanos del mundo actuando en libertad) no tiene capacidad por sí solo para restablecer la confianza.

Un modelo agotado desde 2002

El Estado somos todos, cierto, solo que algunos más que otros. De modo que desde Emilio Botín hasta Juan García, casado y vecino de Alcorcón, Madrid, que mantiene familia y dos hijos con un sueldo de 1.500 euros al mes, han sido, hemos sido todos convocados a arrimar el hombro para sacar las castañas del fuego al ramillete de ladrilleros de oro, responsables de la gran burbuja, con la impagable ayuda de una banca dispuesta a financiar la compra del 100%, sin recurso, de cualquier activo o a conceder hipotecas por el 120% del valor del piso. Y ello ante la mirada complaciente de un Gobierno encantado con la herencia recibida en marzo de 2004, a quien le faltaban insultos para censurar la conducta "antipatriota" de quien osara decir que esa gran juerga no podía durar mucho tiempo, que esto iba a petar, porque el modelo ya estaba agotado en 2002, segundo año triunfal de la segunda legislatura Franquito, como muy bien sabía un Rato dispuesto a tomar medidas de ajuste en caso de haber ganado el PP en marzo de 2004, como bien sabía Caruana, ex gobernador del BE, cansado también de advertir sobre los riesgos del "recalentamiento" de la economía. Está en las hemerotecas.    

En descargo de Zapatero cabe decir que ni se ha enterado de las razones por las cuales crecía la economía, ni conoce las causas de la recesión que nos aflige. Tras ir a rebufo de los líderes europeos durante semanas, el lunes explotó ("arreones de potro jerezano, paradas de mulo manchego", que decía Joaquín Costa del español medio) con su fastuoso plan de rescate. Si algo sabe ZP es de supervivencia política y de la ineludible necesidad de dar sensación de movimiento. Imagen. Puro teatro. Cierto, algo había que hacer. En la Gran Depresión del 29, Hoover (Presidente) y Mellon (Tesoro), juraron sobre la Biblia que jamás se tocaría la renta de los contribuyentes para salvar a los banqueros ("Cuando era joven me llamaban jugador; cuando aumenté la apuesta me tildaron de especulador. Ahora me llaman banquero, pero en realidad siempre he hecho lo mismo" decía  Sir Ernest Cassell, cajero de Eduardo VII). Al final, la recesión consiguiente se llevó por delante las rentas de todos. Es, mucho me temo, lo que les va a ocurrir a los contribuyentes españoles con el duro ajuste que se nos viene encima, porque, tras la crisis financiera, cabalga a galope tendido el desplome de la economía real, túnel del que tardaremos años en salir.

Apoyar a la economía real, no a los golfos de siempre

Tratar de mitigar la recesión debería ser el gran objetivo del susodicho plan de rescate. Intentar que Juan García, de Alcorcón, y los miles de Garcías desperdigados por la geografía española no pierdan su empleo, ayudando a las pymes que han hecho bien su trabajo a que puedan descontar papel comercial para así poder pagar a sus trabajadores y seguir funcionando. Pregunta clave del momento: ¿Servirá este plan para mejorar la liquidez de la economía real? Habrá que verlo. Habrá que ver si bancos y cajas ("a los que estén infectados no los salva ni Dios", sostiene uno de nuestros mejores economistas) utilizan el nuevo esquema para pasar de matute sus activos tóxicos (¿qué incentivos pueden tener para desprenderse de los sanos?) al Tesoro, cobrar la pasta correspondiente y guardársela con el propósito de sanear sus balances y atender los vencimientos de su deuda (como 30.000 millones de euros para lo que queda de año, y unos 80.000 –que otros elevan hasta 100.000- para todo el 2009).

 

Claro que, atendiendo el estado de salud de la democracia española y el grado de corrupción que nos asola, la cosa puede ser mucho peor. Alguna gente con tanto poder como escasos escrúpulos podría intentar aprovechar la ocasión para sacar tajada. "Ya que estamos aquí, vamos a echar una mano a los amigos..." Qué gran oportunidad, por ejemplo, para que el Estado, que somos todos, se quede con el 20% de Sacyr en Repsol, liberando a Luis del Rivero de la quiebra, y a los bancos que encabezan el sindicato de 5.175 millones de un quebradero de cabeza. Y hay unos cuantos Riveros, varios Sacyres y otros tantos Repsoles en la España del eterno pelotazo. Si, tras lo ocurrido el viernes, los bancos decidieran ejecutar garantías a algunos de los grandes apellidos de la construcción, por ejemplo, se convertirían en dueños del 75% de los grandes negocios del país.

        

Ni se les pasará por la cabeza. A pesar de lo cual ya verán cómo a finales de año ninguno de nuestros señoritos, banqueros o ladrilleros, renuncia a presumir de beneficios y a repartir dividendo (Sacyr esta misma semana). ¿Para qué, entonces, ayudas públicas? Son algunas de las razones por las que la oposición debe negarse a avalar sin condiciones el discurso de Moncloa. Plan similar al de Paulson, pero sin garantías de control democrático como el de Paulson. Casi sin ninguna garantía. ZP prometerá toda clase de controles, pero se los pasará por la entrepierna con su habitual desparpajo. Ninguna fórmula, pacto o trato secreto, pues, que no resista la prueba de ser revelada a la opinión pública. Que no se vuelva a repetir lo de Rumasa, pero elevado a la enésima potencia. De modo que, don Mariano, apoye lo que tenga que apoyar pero póngase las pilas y manténgase ojo avizor. Sí, es cierto, marcar de cerca al Gobierno puede ser un autentico coñazo, un plan nada apasionante, pero, primero, cumplirá con su obligación y, segundo, muchos españoles se lo agradecerán.



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Publicado por VRedondoF para POLITICA el 10/12/2008 12:46:00 PM