MADRID, 8 (OTR/PRESS)
Ha vuelto a ocurrir; es la enésima vez que pasa y apenas ya nos damos cuenta de lo que representa. Fue en el largo fin de semana mitinero del presidente del Gobierno. Criticando el derecho -absolutamente legítimo, faltaría más- de recurrir la asignatura de Educación para la Ciudadanía, dijo el señor presidente algo así: si quieren quitar esa asignatura, que ganen las elecciones como lo ha hecho el PSOE. Y lo malo es que si el PP ganara esas elecciones, le faltaría tiempo para, efectivamente, cargarse la polémica asignatura.
Y así no puede funcionar una democracia, un país que se tome en serio el futuro. Vaya por delante que nunca he entendido la oposición frontal del PP a la dichosa asignatura hasta elevar el tema a categoría. Es posible que algunos autores se hayan pasado tres pueblos, pero también es cierto que otros son absolutamente impecables. Lo mismo pasa con muchos libros de Historia de España y no parece que nadie haya puesto el grito en el cielo, no al menos con la pasión que se ha dedicado a la famosa Educación para la Ciudadanía. Pero, dicho esto, volvemos al principio.
Aquí, el que gana las elecciones se cree con todos los derechos tan solo con contar con la mitad mas uno de los votos durante cuatro años. Y así nos va en cosas tan serias como la Educación, la Sanidad o la Justicia. Nadie, en cuanto gana las elecciones, quiere otra cosa que imponer su proyecto al otro y si hay polémica, mejor que mejor. Si al otro no le gusta, que gane las elecciones y lo cambie. Pero un país, una sociedad tiene que ser un proyecto de futuro y no la inmediatez de una legislatura. En Educación hemos asistido a uno de los espectáculos más bochornosos y, naturalmente, con consecuencias: el cambio constante de planes de estudios según quien gobernase y como resultado la pésima calidad de nuestro sistema educativo reconocida en todos los barómetros europeos. Pero parece que les da igual. A unos y a otros. Y cuando ya se reconoce públicamente que para eliminar las diferencias no se trata de llegar a acuerdos sino de ganar elecciones, pues apaga y nos vamos: estamos en la dictadura de la mitad más uno.
No sólo es legitimo sino esencial en democracia que los partidos representen opciones distintas de entender el avance de las sociedad y aspiran al poder para poner en marcha esas ideas. Pero han cambiado muchas cosas desde el nacimiento de las democracias modernas: los partidos se mueven cada vez en franjas mas estrechas y parte de la soberanía de los países se cede en algunos casos a organismos supranacionales como la UE. Lo que aun queda como propio es el reparto de los presupuestos y poco más. Otros asuntos como los que nos ocupan -Educación, Sanidad o Justicia- deberían diseñarse para más allá de una legislatura porque es la única forma de asegurar unos cimientos que permitan luego enriquecer el edificio, matizarlo, adaptarlo no en lo esencial sea quien sea el ganador de las elecciones.
Pero en España parece que nunca llegaremos a ese compromiso y dos son los impedimentos: el atávico antagonismo entre la izquierda y la derecha en materia de educación y de entender qué es "la cosa pública" y un sistema autonómico que cada vez complica más algo que hasta ahora funcionaba francamente bien: la sanidad. No hablo de la atención médica que aun resiste como puede; me refiero a la burocracia que la acompaña, a la lucha por el afiliado, a los medicamentos que en un sitio valen y en otro no. Si nos dedicamos a estropear lo bueno y no somos capaces de arreglar lo malo, el futuro no parece muy alentador.
Andrés Aberasturi
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Publicado por VRedondoF para A2 el 9/09/2008 08:20:00 AM